miércoles, 9 de noviembre de 2016

Sílfide




Sílfide


A diario así yo
a encontrarte siempre
voy, ignota mujer,
mi sílfide desnuda
que divagas en mis
pensamientos,
como a una gran diosa pagana
te venero y susurro tu nombre
como mil cánticos, entre
todos mis rezos sagrados,
reverberantes,
como ecos en los espacios
de mi alma solitaria y feliz.

Yo no olvido
las delicias que guardas
en tus caderas
y deseo en la fiebre
sentir toda la tersura de tu cintura
y la curvatura de alabastro
de tu espalda, finamente esculpida;
así entre los suaves declives
de tus ingles me pierdo y naufrago,
soy cual un antiguo héroe
explorando la vorágine prohibida
de tus cálidas profundidades.

En el trópico de tu belleza,
entre tus caderas,
mis besos se entretienen;
ebrio de deseo,
en tus redondeces encuentro
a esa Venus Calipigia
que siempre he amado.

Tu cuerpo, mi dulce náyade,
se muestra en todo su juvenil esplendor,
una pícara sonrisa se dibuja
en la gloria de tus labios
y los rayos de sol que se filtran
por las altas copas,
en el alto dosel
de la húmeda jungla,
acarician tus pechos maduros
y descubiertos.

Los suspiros de tus ansias
me llaman inexorables,
invitan a mi deseo a adentrarse
en tus territorios,
sin temores,
sin prisas ni vacilaciones.

Tus cálidas manos,
devuelven en suaves caricias los mimos;
tu fuego crepitante
despierta
y solivianta a toda la marabunta de mis ansias
para amarte y poseerte.
 
En el bosque
la vida celebra el antiguo rito,
se eleva majestuosa en la sutil neblina,
las bromelias lanzan al infinito
las semillas sagradas,
las orquídeas ya muestran
sus ginoides pétalos.

Tú,
mi hermosa morena de muslos de canela,

erguida en tus atalayas etéreas,
eres la flexible pantera
de mis bosques más umbríos,
eres la dueña de mis días más felices,
recelosa guardiana
de los profundos secretos
de mi ser extremado,
de mis ansias que se deslizan
como agua en tus sueños
descendiendo raudas
por las cascadas
de tus cabellos azabache.
 
Dispuesta anfitriona de todos mis deseos,
en los torbellinos de tus honduras,
con tu ternura, amorosa,
desatas todas las tormentas de mis anhelos,
sobre las sedosas superficies
de tu piel broncínea, 
quepas perfecta
en las profundidades

de mi corazón.

Así es como te sueño,
erguida y orgullosa en tus andares,
o desnuda y feliz,
retozando en los frescos e impolutos ríos
que descienden saltarines,
desde las nieves más altas
de mi comarca.


Así es como te imagino,
bailas desenfrenada
sobre aquellas verdes praderas,
deslizándote al compás
de una canción de amor,
sobre los tréboles,
mojando tus diminutos pies
en el pasto que el rocío no ha dejado,
sintiendo en el aire
el aroma de los jazmines
que hurtas para adornar tus trenzas.

Así, a diario yo voy a encontrarte
siempre, ignota y misteriosa mujer,
mi sílfide desnuda,
que divagas en mis pensamientos,
en las largas puestas de sol,
desde mis ventanales abiertos al mundo.


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Poema y Caligrama.

https://es.wikipedia.org/wiki/Caligrama




El poema fué escrito a fin de crear la silueta que se ve en la imágen superior.






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Giovanni Pietri® - Giovanni Pietri©2016.
gio.pietri@outlook.com

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martes, 1 de noviembre de 2016

Camposanto



Camposanto

Todo hombre y toda mujer
guarda en un lugar muy claro
de su corazón,
un panteón adornado
con florecitas de colores,
con epitafios
dolorosos o felices.

Todo hombre guarda
en un rincón intimo
y abrigado del corazón,
lapidas inscritas
con nombres etéreos,
que son eternos e inolvidables.

Cada hombre
lleva en su mente
los recuerdos de los amores,
de los aromas
y de las texturas de la piel
de todas aquellas musas
que amaron en su día,
en su alma.

Cuidadoso sepulturero
soy yo
pues poseo solamente
lo primero,
un soleado
y hermoso camposanto,
en un lugar especial
de mi mente,
donde el viento corre
silbando entre los túmulos,
donde el otoño siempre
cubre con hojas de oro y bronce
  los nichos de piedra.

En esas tumbas
están grabados los epitafios
de cada paso perdido,
sepultados los rostros
de todas las mujeres
que he amado,
en estas tumbas están
todos los sueños muertos,
las promesas
difuntas
y quizá en el fondo
más profundo,
también,
los cadáveres de todos los dioses
que han pretendido
cautivar mi alma.






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